por Marcos Pineda
Un enfrentamiento más de los muchos que exhiben a Morena, no como un partido vivo, actuante, crítico, sino como pragmático, viciado e intolerante es el que están protagonizando los líderes más visibles del partido y el propio presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, rumbo al reparto de las siguientes candidaturas a puestos de elección popular. En suma, la discusión no gira en torno a lo mejor para el país, sino en cómo se seguirán disputando en su interior los puestos de poder.
Por su parte, AMLO, contradictorio como siempre, dice que él no se mete, pero al mismo tiempo tira línea, polariza y anima a sus fieles seguidores a ciegas a seguir sus dictados, desde la inalcanzable cúspide del poder presidencial, que ejerce en las mañaneras. Tiene muchos años que así toma las decisiones y así lo quiere seguir haciendo, con encuestas en la mano. No quiere arriesgar.
Sólo que ahora hay quienes ya se animan a oponerse, porque saben sobre los procedimientos tan opacos y parciales que se llevaron a cabo en las últimas dos elecciones, además consideran que, si la maquinaria electoral funciona bien, no importa quién vaya de candidato, así pongan a un burro, como ya lo han hecho, el burro ganaría las elecciones, al más puro estilo del PRI hegemónico de los años setenta del siglo pasado. Y en las filas de Morena sobran militantes y simpatizantes que cumplan con ese perfil. Y si no me cree, revise las bancadas morenistas del Senado, la Cámara de Diputados y del Congreso local, tanto o más estultas que ciertos presidentes municipales, según el caso.
Y mientras los morenistas de arriba, como Ricardo Monreal, Mario Delgado y Paco Ignacio Taibo II se pelean por defender sus intereses y los de sus grupos de poder, los morenistas de abajo, obnubilados por la visión falsa de la realidad que representa la ideología, a la que llaman progresista, pero que no es más que una nueva edición de un igualitarismo y socialismo trasnochado, caduco, están preocupados por defender a un partido que, como buen reflejo del PRI de antaño, únicamente los usará para continuar en el poder.
Los peores enemigos de los morenistas son ellos mismos, sus líderes y los pobres engañados que apuestan por la ideología, en lugar de la razón. Lo malo es que los daños no son sólo para ellos, sino para toda la nación.
El exacerbado culto a la personalidad del líder, en este caso Andrés Manuel, y la exigencia de sometimiento al partido hegemónico, disfrazado de pacto o acuerdo político, el aprovechamiento del pueblo como utilitario electoral, los programas sociales como medio de control y la propaganda política, basada en una ideología que se propone ser la dominante, no son nuevos en la historia, ni del país ni del mundo. Todo lo contrario. Cada vez que esos elementos se han reunido, los pueblos terminan, a la postre, arrepentidos de haber respaldado a figuras como Hitler, Mussolini, Stalin o esperando que algún día el peso de los años, la enfermedad o el descubrimiento de sus fechorías los obligue a abandonar el poder, como con Fidel Castro, Hugo Chávez o Nicolás Maduro.
Y para iniciados
Ya se percibe un pronunciado declive de las expectativas puestas en las y los nuevos diputados locales. En las cámaras empresariales comienza la crítica, primero en corto, pero en poco tiempo se hará pública, de la falta de actividad, compromiso y respaldo de los legisladores que pensaron podían contar con ellos. Ángel Adame Jiménez, miembro de la bancada del PAN, diputado por el segundo distrito local, empieza a ser objeto de señalamientos. Y vamos a darle seguimiento para saber qué tanto de lo que dicen es cierto o no.
¡Que tenga un excelente inicio de semana!
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